EL AMOR NO ES PRESUMIDO

EL AMOR NO ES… PRESUMIDO 

Aparecen automáticamente: la humildad y la discreción:

1. La belleza inefable de la humildad en el amor se da, según el mismo S. Pablo, en la sublimidad del misterio de la encarnación: contempla extasiado y se arrebata de admiración ante el «anonadamiento» del Verbo quien «siendo DIOS no retuvo con avidez ser igual a Dios sino que (al hacerse hombre) se hizo como nada para tomar la condición de siervo». En ese «anonadamiento» Pablo proclama sorprendido, la originalidad del amor de Jesús, quien haciendo el máximo beneficio esconde humildemente todo su merecimiento. 
«Yo no busco mi gloria» declara posteriormente Jesús. Qué lejos de eso queda la proclamación publicitaria de las buenas obras modernas: fotos, anuncios, propaganda. ¡Cuánto gasto en preparativos de festejos caritativos que resultan de tan corta ganancia! ¡Cuánta organización lujosa y tardada, en algunos planes de administración pública que antes de llegar con el beneficio real al pueblo, gasta el presupuesto en edificios, oficinas, estructuras, red infinita de empleados, pero con mucho renombre para el logotipo del organismo…!
La discreción aumenta la belleza de la acción caritativa. Aprendemos del Maestro en sus recomendaciones: «no lo digas a nadie» después de un gran favor; o para la limosna: «que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha» o para alcanzar la recompensa del Padre: «cuiden de no practicar la justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos». Y siguiendo esta misma línea diremos: «nunca hagas a nadie, algo que no quieres que te lo hagan a ti, el corazón humilde y discreto es un verdadero tesoro.
Como discípulos de este Maestro, nuestra motivación para hacer el bien, ha de tener una belleza espiritual, oculta, secreta, interna, porque es Dios quien ve lo secreto y Jesús quien se oculta siempre en nuestro hermano… 
Autor: Monseñor Rafael Gallardo García | Fuente: laverdadcatolica.org
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