PORQUE UN AÑO SANTO DE LA MISERICORDIA?
Por: Eleana Endara Borja
Haciendo un balance de lo que han sido estos 15 primeros años desde el inicio del nuevo milenio, es preciso hacer un llamado a la humanidad, para que encuentre lo más importante que tiene el ser humano, el saberse hijo amado de un Padre Misericordioso.
Si evaluamos las terribles desgracias, atentados, conflictos, violencia, degradación, persecuciones, perdida de la libertad de pueblos enteros, ocurridos en esta década y media, encontraremos que todas tienen un resultado común, que se llama “miedo, desolación y vacío interior” las grandes potencias perdieron su tranquilidad, pues se dieron cuenta que eran vulnerables, y vieron que no existe una fórmula mágica que les pueda decir: “no te pasará nada”, y esto solo tiene un nombre: “Ausencia de Dios en el corazón del hombre”. Al huir de Dios, al quitar a Dios de sus vidas, el único resultado que podrá el hombre encontrar es el caos, el miedo y la muerte.
Pero no todo es negro, pues existe una luz al final del túnel, el problema es que como el ser humano fue creado libre por Dios, tiene en sus manos la solución o la destrucción total. El primer paso deberá ser entonces que hagamos un “pare en nuestro diario vivir”, y miremos hacia nuestro interior; analizar para identificar cuáles son los valores y las virtudes que yo quiero que dirijan mi vida, y como ponerlas en práctica para que, dado a lo importantes que son, mi conciencia las grabe y tenga parámetros que me alertarán como un semáforo: “sigue, o detente”. Una sociedad basada en individuos con valores es la llave para una convivencia más sana. Las leyes civiles no son suficientes, en ellas se establece solo lo elemental para asegurar una convivencia medianamente decente, sin embargo no es suficiente con solo «cumplir la ley».
Que hace falta entonces? La oportunidad más grande que tiene el hombre, es conocer la Misericordia. Y que es? Misericordia: es la vía que une a Dios y al hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro comportamiento errado. San Juan Pablo II hacía notar el olvido del tema de la misericordia en la cultura presente: “La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia. La palabra y el concepto de misericordia parecen producir una cierta desazón en el hombre, quien, gracias a los adelantos tan enormes de la ciencia y de la técnica, como nunca fueron conocidos antes en la historia, se ha hecho dueño y ha dominado la tierra mucho más que en el pasado. Tal dominio sobre la tierra, entendido tal vez unilateral y superficialmente, parece no dejar espacio a la misericordia.
Es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta su omnipotencia”. Dice Santo Tomás de Aquino que la misericordia divina no es en absoluto un signo de debilidad, sino más bien la cualidad de la omnipotencia de Dios. Pero ser misericordioso no quiere decir que vamos a ser laxos, ingenuos ni despreocupados, por ejemplo, “si un padre por querer ser misericordioso, no corrige a sus hijos, y en cambio justifica o minimiza sus errores, no demuestra su amor, por el contrario los estaría enviando directamente hacia el desastre».
La misericordia lleva inscritos en sí, indeleble e inseparablemente, el amor y la verdad, amor y verdad están juntos o juntos caen: no hay amor sin verdad y no hay verdad auténtica sin amor.
La misericordia no se detiene en el gesto del perdón sino que ayuda al cambio a la renovación de toda la vida!»
La misericordia, «es lo contrario del “dejar hacer”… esta no es la actitud de Dios hacia el hombre: basta leer los evangelios y ver cómo se comportaba Jesús que es la suma bondad, pero al mismo tiempo no ocultaba la verdad y fue enérgico cuando lo ameritaba, como “cuando arrojó a los mercaderes del templo”. Y la doctrina tiene el mismo objetivo de ayudarnos a conocer la verdad, nos ayuda a aceptarla en su integridad y a no engañarnos con medias verdades o relativismos».
Es sumamente importante conocer nuestra fe, pues esta no es solamente meras ideas (que tenemos) sobre Dios o sobre la salvación que nos ofrece, sino que es una ayuda para comprender quién es Dios y qué cosa está en juego con la salvación que Dios ofrece a la vida concreta del hombre». Sin embargo, «para comprender todo esto es necesario una razón humilde, que nos de la sencillez para encontrarlo hasta en los más pequeños detalles. Desafortunadamente el pensamiento que surge de la modernidad, que si nos ha dejado una heredad de muchas cosas bellas, pero también ha aumentado la prepotencia la soberbia y el yoismo, y nos ha privado de esa humildad para podernos encontrar con Dios».
El Papa en este contexto ha decidido invitarnos a vivir la Misericordia, que por ser un botón preciado del amor, y el amor es la fuerza que mueve al mundo, nos enseñará a volver nuestros ojos hacia nuestro creador, hacia nuestro interior, y enderezar nuestras sendas, para que el mundo en el que seguiremos viviendo sea lo más parecido a un hogar, donde sus habitantes se amen como Él nos lo vino a enseñar. Y nos dice: “en este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos. En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, o peor en el cinismo que destruye”.
Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. La misericordia es una gracia que viene de lo alto y cambia la vida: nos toma como estemos pero no nos deja igual. Debido a la situación actual del mundo, muchos hombres y muchos ambientes guiados por un vivo sentido de fe y hartos de las ofertas falsas del mundo se están volviendo a reencontrar con lo único cierto: “la misericordia de Dios”, ya que este es el Amor que nos deja tranquilos, mueve nuestros corazones y nos cambia».