CRISIS DE IDENTIDAD DEL VARÓN Y LA MUJER
Autor: Ángela Aparisi Miralles | Universidad de Navarra
I. Origen.
Es evidente que, en los últimos años, el término sexo ha sido, progresivamente, sustituido por el de género. Y ello, no sólo en el discurso social, sino también en el científico, el político, el jurídico y el académico.
Es un producto de la situación diferencial, y discriminatoria, que, con frecuencia, han padecido las mujeres a lo largo de la historia y aún sufren en la actualidad.
La mujer por muchos siglos fue subordinada, por la desigualdad social, y en ocasiones también jurídica, entre el varón y la mujer. Partiendo de una premisa antropológica: identifica diferencia (sexual) con inferioridad y subordinación. O, dicho de otra manera, considera que la mujer es diferente y, por lo tanto, inferior, y debe estar subordinada, este modelo se denominó Modelo patriarcal
.
Para superar esta situación, y frente al modelo de la subordinación, surgió, históricamente, el modelo igualitarista. Como es bien conocido, una de sus principales precursoras fue Simone de Beauvoir.
Ciertamente, este segundo modelo ha contribuido, desde sus orígenes, a conseguir una mayor igualdad entre el varón y la mujer. Entre sus logros podríamos mencionar: la conquista del derecho al voto, de una mayor igualdad en los ámbitos familiar, político, laboral, jurídico, económico, etc. Por ello, su perenne valor radica en la valiente defensa de la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer.
Estas corrientes, en consecuencia con lo anterior, rechazan la existencia de cualquier tipo de relación entre el sexo (la biología) y el género (el rol social). En opinión de sus representantes, las diferencias actualmente existentes entre el varón y la mujer se deben, exclusivamente, al peso de la educación y de una cultura patriarcal. Por ello, tales diferencias han de ser detectadas, y completamente erradicadas, para poder alcanzar la igualdad real en una sociedad.
En lugar de corregir una equivocada interpretación de la biología, de la psicología y de la experiencia humana, opta por otra vía: la de rechazar, directamente, toda diferencia basada en la dualidad sexual. Por ello, cae en un igualitarismo, completamente ajeno a la realidad.
La «ideología de género».
Esta expresión se suele utilizar para designar a un discurso que radicaliza el modelo igualitarista. Dicho discurso ha conseguido, en las últimas décadas, una gran influencia a nivel social, político y jurídico.
El postfeminismo de género tuvo su manifestación más clara, frente a la opinión pública, y fueron influyendo profundamente en organismos internacionales como, por ejemplo, la ONU.
Podríamos señalar, de manera muy breve, algunos rasgos característicos de la «ideología de género»:
a) La negación de cualquier diferencia originaria entre varón y mujer.
Se entiende que, tanto los roles sociales, como la misma dualidad varón-mujer, son una elaboración cultural, producto exclusivo de la cultura patriarcal.
En este marco, se sostiene que el ser humano nace «neutro» desde el punto de vista de su identidad sexual. Ésta será, en consecuencia, independiente del sexo biológico y «autoconstruida».
b) En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, se produce una completa desvinculación entre los conceptos de sexo (biología) y género (cultura). El sexo, entendido como un mero dato biológico, se considera absolutamente irrelevante para la identidad y el desarrollo de la personalidad humana.
Frente al tradicional modelo de la heterosexualidad, se propone una multiplicación de géneros, social e individualmente construidos. Los conocidos hasta el momento son: femenino heterosexual, masculino heterosexual, homosexual, lésbico, bisexual, transexual y poli sexual.
En este contexto, también se pretende superar el dualismo entre lo natural/antinatural en el ámbito del ejercicio de la sexualidad humana, aboliendo lo que se consideran tabúes de origen judeo-cristiano, como el incesto, la pedofilia y zoofilia, etc.
c) En tercer lugar, se demanda el reconocimiento, social y jurídico, de los denominados «nuevos derechos humanos». Entre ellos se encuentran los derechos sexuales y reproductivos y los derechos de identidad de género.
Los primeros son los que van a permitir a las mujeres anular los efectos de la principal diferencia biológica con los varones: la capacidad de ser madres.
Se considera que la maternidad es la raíz de toda la discriminación histórica de las mujeres. Por ello, los nuevos derechos sexuales y reproductivos tienen como objetivo otorgar a las mujeres una absoluta libertad para controlar la natalidad. De este modo, los anticonceptivos pasan a ser considerados como la clave para la igualdad, y el aborto se reclama como un derecho humano básico. La llamada «salud reproductiva» consiste, fundamentalmente, en la libre disposición de los medios y mecanismos, de cualquier tipo, para evitar la reproducción.
d) Por último, en este contexto encontramos una crítica muy profunda a la familia heterosexual tradicional. La heterosexualidad es denominada, irónicamente, “veterosexualidad”. La exigencia de la diversidad sexual varón-mujer es anulada y, frente a ella, se proponen una pluralidad de modelos y opciones.
Se diluye el mismo concepto de matrimonio y, en consecuencia, también las razones por las cuales el derecho debe reconocerlo y protegerlo.
Se potenciará la denominada «anticoncepción de emergencia«, en donde se incluyen, entre otros productos, la denominada «píldora del día siguiente».
¿Qué hacer ante este embate?
Frente al modelo patriarcal y a la ideología de género, se advierte la necesidad de desarrollar un tercer modelo, que responda más adecuadamente a la realidad y a las experiencias humanas. Dicho modelo ha sido denominado DE LA RECIPROCIDAD, COMPLEMETARIDAD Y LA CORRESPONSABILIDAD, VARON Y MUJER. Es la línea que siguió Juan Pablo II, y parte del respeto a la dignidad y a los derechos humanos del varón y la mujer. Asimismo, intenta hacer compatible la igualdad y la diferencia entre ambos.
Son manifiestas las diferencias que nos hacen iguales, y distintos, en todos los niveles físicos y psíquicos:
• a nivel genético,
• hormonal,
• psicológico,
• en el modo de ver la realidad y de solucionar los problemas
• en la manera de establecer relaciones con los demás
• en el modo de amar.
• La experiencia muestra que, cuando masculinidad y feminidad actúan complementariamente, se produce una gran fecundidad en todos los ámbitos de la vida: en la familia, en el campo laboral, cultural, político….
En conclusión, la ideología de género diluye la identidad del ser humano, originariamente creado como varón y mujer, proponiendo un modelo «neutro», ajeno a la realidad. La persona es considerada un mero producto cultural, una pura «autoconstrucción».
Frente a ello, el modelo de la RECIPROCIDAD intenta superar dos tipos de reduccionismo: el biologicista y el culturalista, integrando, armónicamente, lo recibido y lo construido, la naturaleza y la cultura, la biología y la libertad.