LAS VIRTUDES
JESÚS NUESTRO MODELO
Jesucristo es Dios y Hombre verdadero. Como Hombre es el modelo de todos los que quieran vivir como verdaderos hombres y verdaderas mujeres; o sea, como auténticos seres humanos y como verdaderos hijos e hijas de Dios. Hoy el mundo te presenta personajes famosos como modelos para tu vida. A veces serán grandes deportistas o famosos artistas, pero como seres humanos te defraudan, porque son inmorales o viciosos o su vida es desordenada.
Sólo Jesús es el Modelo que jamás defrauda porque Él no sólo que es perfecto hombre, sino también hombre perfecto. Hemos de pedirle al Espíritu Santo que nos transforme por dentro, o sea, que logre que nuestras actitudes básicas (o virtudes) sean cada vez más parecidas a las de Jesús. Sólo entonces nuestra vida será cristiana y podremos llamarnos discípulos y amigos de Jesucristo.
La virtud es una disposición constante y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. La persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios.
Las virtudes humanas son actitudes estables, no simplemente pasajeras, que ha de poseer toda persona humana por ser “humana”. Influyen en nuestra manera de pensar, de querer y de actuar. Ordenan nuestras tendencias y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida sana. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien. Estas virtudes se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y semillas de nuestra buena conducta. Inclinan a nuestra persona a obrar siempre según lo que Dios quiere. La persona realmente virtuosa no sólo ama el bien, sino que aborrece el mal; como la persona limpia no sólo que goza con lo limpio, sino que le repugna lo sucio.
JESUCRISTO EN LA HISTORIA DE LOS HOMBRES
Nació en un establo, en una humilde aldea; hijo de una campesina. Creció en un pueblito donde trabajó como carpintero de barrio hasta los treinta. Por tres años fue un predicador errante. Nunca formó un hogar. No vivió en ninguna gran ciudad, ni viajó lejos de donde nació. Jamás escribió ningún libro, ni ejerció cargo alguno. No hizo ninguna de las cosas que se relacionan con la grandeza humana.
Cuando todavía era joven, la opinión de su pueblo se volvió en su contra. Sus amigos lo abandonaron; fue entregado a sus enemigos; sufrió la farsa de un tribunal de justicia y fue clavado en una cruz entre dos ladrones. Mientras agoniza-ba, sus verdugos se disputaron su única propiedad: su túnica. Lo enterraron en una tumba prestada.
Es el único personaje histórico que ha tenido el atrevimiento de decir cosas tan descomunales como: “el que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío” o “el que ame a su padre o a su madre más que a mí, no puede ser mi discípulo” o “el que ame su vida más que a mí, no es digno de mí”; cosas que sólo podían ser dichas por un demente o por Dios mismo; pero sería muy raro que la humanidad entera acepte dividir su historia tomando como punto de referencia a un demente…
Veinte siglos han pasado y sigue siendo la figura central de la humanidad. Ha tenido y tiene masas incontables de seguidores incondicionales a través de los siglos, y hombres y mujeres de toda edad, clase y condición que han muerto por Él. Sin ser artista, las piezas musicales más sublimes se han compuesto para Él, y todos los grandes pinceles le han retratado. No fue escultor, pero acapara la mejor madera, el mejor metal, el mejor mármol, el mejor marfil. Tampoco fue arquitecto, pero la filigrana en piedra de las catedrales se bordó para darle culto. Aunque no pisó la universidad, las universidades se erigieron en su nombre. Todos los ejércitos, todas las marinas, todos los parlamentos y todos los monarcas juntos no han conmovido la vida del hombre tan poderosamente como esta “Vida Solitaria”.
Cristo es el único hombre de quien se afirma con rigor histórico que atravesó el túnel de la muerte y regresó para declararnos sobre el más allá. En el mundo hay muchos sepulcros famosos por lo que contienen; los restos de personajes famosos de la historia: las tumbas de Napoleón, Jefferson, Lincoln, Kennedy o Carlos Gardel. Toda ellas son famosas por lo que contienen: los restos de personajes que vivieron y murieron. En Jerusalén, sin embargo, hay una tumba famosa, no por lo que contiene, sino por lo que no contiene… el Santo Sepulcro. El que estaba allí, hoy vive: Jesucristo. Una de las pruebas de la vivencia de Jesucristo en la Historia la aportan, sin querer, sus enemigos. No es posible que tanto odio se pueda sentir hacia un muerto… Alguien se preguntó: – ¿Qué tiene este “muerto” que a tan-tos vivos fastidia? Y descubrió que la respuesta es: – ¡Que está vivo!
“Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre…” (Hebreos 13,8)
“Si Cristo no resucitó, seríamos los hombres más dignos de lástima. Pero no: ¡Cristo resucitó!” (Cfr. 1Co 15,17-20) “No tiene importancia creer que Cristo ha muerto, lo creen los judíos, los paganos los pecadores, lo creen todos.
LA AMISTAD
¿Qué es?
• Es un afecto recíproco y desinteresado y una simpatía mutua, en la que ambos amigos se preocupan por la persona del otro, por su mejora y su bienestar. Es una unión espiritual y libre, ajena al instinto del sexo: cabe entre padres e hijos, entre hombres o mujeres.
• Implica la comunión de vi-das, pensamientos, sentimientos y quereres; la participaión en los intereses; la confianza mutua.
• La intimidad es esencial en la amistad: la sociabilidad alcanza a todos, el amor a quienes nos rodeen, el compañerismo a los compañeros; pero la amistad requiere la intimidad. De aquí que a los amigos hay que seleccionar-los; no son abundantes. Encontrarse con un auténtico amigo es encontrarse con un tesoro, dice la Biblia.
• La amistad se mantiene y crece cuando los amigos res-petan el bien y evitan el mal. Los amigos nunca lo son para hacer o hacerse el mal.
• Un amigo verdadero es amigo mío, no de mis cosas. El amigo sirve al amigo, no se sirve de él. Los amigos lo son en los buenos y malos ratos. La envidia, el egoísmo, la mentira y la insinceridad destruyen toda amistad.
¿Cómo la vivió Jesús?
• Jesús trató con mucha gente y llamó a todos a ser sus discípulos, pero escogió a doce de entre ellos para que fuesen sus amigos íntimos y les llamó a participar de su vida, pensamientos, sentimientos, y proyectos. Ellos fueron los doce hombres a quienes les transformó en los primeros sacerdotes de la Iglesia (Mc 3,13).
• Se interesó por el mejoramiento de ellos, aconsejándoles la virtud y corrigiendo sus defectos con firmeza y con cariño (Mt 16,24; Mc 9,35). No tuvo secretos con ellos (Jn 15,13-15). Les dijo que no quería que fuesen sus siervos, sino sus amigos (Jn 15,15). No les retiró su amistad a causa de sus fallos: a Pedro le nombró Papa, a pesar de que le había negado (Jn 21,15). Incluso a Judas le recordó que eran amigos en el momento de la traición: “amigo, ¿a qué vienes?” (Mt 26,50). Mantuvo amistad con Lázaro, Marta y María (Lc 10,38) y admitió en su compañía a algunas mujeres que le servían con sus bienes (Lc 8,1-3). Los niños fueron sus preferidos. Ellos le buscaban porque sentían que Él les trataba con mucho respeto y cariño (Mc 10,13)
• Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y ama-dos, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, so-portándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os per-donó (Col 3:12-1)
¿Cómo vivirla tú?
• Selecciona tus amigos de entre tus compañeros. Busca siempre hacerles el bien; nunca el mal. Corrígeles con cariño, respeto y franqueza, jamás con resentimiento u odio. Corrígeles; pero no porque te fastidien sus defectos, sino porque buscas que sean mejores. Jamás te juntes con tus amigos para hacer cosas malas; porque, entonces, no serías su amigo, sino su enemigo ya que los enemigos buscan el mal de aquellos que no quieren . Compréndeles en sus errores como te gustaría que te comprendieran a ti.
• Logra que tus padres conozcan a tus amigos para que te ayuden a escogerlos. Nunca olvides que tus padres son tus mejores amigos y tus “ángeles de la guarda” visibles.
• Jesús es tu mejor amigo. Conócele y haz que tus amigos le conozcan. Trátale a diario en la oración. Imítale. Haz todo lo que le agrada y evita lo que le desagrada. Si le ofendes, pídele perdón en seguida, si es preciso en la Confesión. Tu amistad con Él se estrechará cuanto más le recibas en la Comunión
GRATITUD
¿Qué es?
• Es la virtud que nos inclina a responder con nuestro amor a quienes nos han amado, considerando el bien que de ellos hemos recibido.
• Hay quienes nos han dado y dan gratuitamente bienes a los que no tenemos ningún derecho y que se hacen merecedores de nuestro agradecimiento: Dios, nuestros padres, maestros, amigos… Si nuestro corazón es no-ble, brota en él de modo espontáneo la necesidad de demostrar-les nuestro reconocimiento y nuestra satisfacción; porque dicen que «es de bien nacidos ser agradecidos».
• La belleza de la gratitud se entiende si llegamos a comprender la fealdad del vil y repugnante vicio de la ingratitud.
• La gratitud consiste más en el «afecto» que en el «efecto» o real pago del beneficio recibido. A veces nuestra gratitud tendrá que resignarse a ser sólo un sentimiento, porque, aunque nos gustaría demostrarla material-mente, no siempre lo podremos hacer… la emoción y las lágrimas serán la mayor expresión de gratitud. De aquí que esta noble virtud la pueden vivir todos, incluso los más pobres.
• No hay ser humano que no tenga que agradecer: los hijos a sus padres y estos a aquellos; los empleados a sus patronos y los patronos a sus empleados… Y todos a Dios, de quien todo lo hemos recibido.
• La gratitud «afectiva» brota inmediatamente, cuando se reci-be el beneficio; la «efectiva», debe esperar la ocasión oportuna para manifestarse.
¿Cómo la vivió Jesús?
• Jesús agradeció a Dios: En la multiplicación de los panes, «después de dar gracias los re-partió»; en la resurrección de Lázaro dijo: «Padre, te doy gracias por haberme escuchado»; en otra ocasión dijo: «Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosa a los sabios según el mundo y las has revelado a los sencillos» (Jn 6,11; 11, 41; Lc 10,21).
• Jesús agradeció a los hombres. Sorprende observar que antes de morir, Jesús tuvo la delicadeza de agradecer a los Apóstoles todas las pruebas de afecto que de ellos recibió: «Vosotros habéis permanecido a mi lado en mis pruebas». Toda la grandeza de Jesús se revela en esta delicadeza: ha colmado a los Doce de bienes, les ha dado todo y, sin embargo, es Él quien agradece. También al buen ladrón, que le defendió en la cruz le dijo: «Te lo aseguro, hoy esta-rás conmigo en el paraíso»(Lc 23, 39).
• Mostró su estima a la gratitud, extrañándose de la ingratitud de los nueve leprosos, por-que sólo uno volvió para agradecerle. Dijo: «¿No quedaron limpios diez? Los nueve ¿dónde están?» (Lc 17,15).
• Dijo que el que diera de beber un solo vaso de agua fresca a sus enviados por ser discí-pulos suyos, no quedarían sin recompensa (Lc 23, 39-43;).
• Se preocupó de su Madre, que había cuidado de Él y se había entregado plenamente a la Redención, encargándola a los cuidados de su discípulo más amado (Jn 19,27).
• Junto a Jesús, también Ella supo ser agradecida con Dios; de aquí su canto de gratitud: «¡Proclama mi alma la grandeza del Señor! (Lc 1, 46-55)
¿Cómo vivirla tú?
• La gratitud presupone el conocimiento y reconocimiento del beneficio recibido: si no somos conscientes de lo que recibimos, mal podremos agradecer. Si no quieres ser ingrato, piensa y reflexiona sobre los bienes que has recibido de Dios, de tus padres, tus maestros, tus empleados… esos bienes son el origen y la base de tu gratitud.
• No seas ingrato: no devuelvas con el mal a los que te han hecho bien; no critiques a quien te ha hecho bien, ni el bien que te han hecho; jamás digas que es un mal el bien que has recibido: tu vida, tu religión, tus estudios…
• No seas exigente. Si eres un eterno insatisfecho con lo que recibes, te volverás desgraciado, cansarás a los demás y te irás quedando solo con tu egoísmo.
• No seas desmemoriado y descuidado para agradecer.
• No te limites a la gratitud afectiva cuando puedas expresarla efectivamente: mira con amor y di «¡gracias!»: la palabra mágica tan fácil de pronunciar y tan grata de oír. Un «¡que Dios se lo pague!» es la mejor manera de decir «gracias».
• No creas nunca que es una humillación expresar tu gratitud: sólo los nobles de corazón manifiestan su gratitud.
• Si no te agradecen, espera; es posible que quien debe agradecerte no ha encontrado aún la oportunidad. Al que es ingrato, intenta transformarlo en agradecido. Si a pesar de multiplicar tus beneficios aquel que los recibe se porta cada vez peor y más desconsiderado, puedes suspender tus favores con él, pero no tu generosidad con los demás
GENEROSIDAD
¿Qué es?
• Decimos que una persona es generosa cuando se desprende de sus cosas. Sin embargo, podemos repartir todo lo que tenemos y dárselo a los pobres, si no lo hacemos por amor, no nos sirve de nada (1 Co 13, 3).
• Es posible que alguien se desprenda por malos motivos: por vanidad, rivalidad, espíritu de competición, soberbia, o no quedar mal… en definitiva, por egoísmo. Para ver si hay generosidad, hemos de analizar las intenciones y motivos de nuestro corazón.
• Puede que una persona dé más que otra, como el fariseo del templo, que daba puñados de monedas que le sobraban, mientras la viuda daba sólo una moneda. Según el Señor, ella dio más que el rico, porque, en su pobreza, dio todo lo que tenía para vivir. La generosidad no está tanto en las manos, sino en el corazón (Mc 12,38-44).
• El generoso da lo que más le cuesta y aprecia; no da las “sobras”. Un papá puede dar cosas materiales a sus hijos, pero si no les da su tiempo… Un hijo puede hacer un regalo caro a su madre, pero si no estudia o se porta mal en casa… El generoso no se contenta con dar, sino con “darse”.
• La virtud de la generosidad se manifiesta de un modo especial en la capacidad de perdonar.
• La generosidad no es ostentosa: “Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu izquierda”, decía Jesús (Mt 6,2-4).
¿Cómo la vivió Jesús?
• La vida de Jesús fue un constante acto de generosidad, porque toda ella fue un interrumpido acto de amor. En Él jamás hubo el más pequeño egoísmo.
• Vivió y murió al servicio de Su Padre y de nosotros, sus hermanos (Mt 9,35-38).
• Entendió que no había venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida por todos.
• Nació, vivió y murió pobre, porque a nada tuvo apego (Mt 8,20).
• Siempre tuvo tiempo para los demás. Se acostaba tarde y se levantaba temprano para tener tiempo disponible para todos (Mt 14,13-23; Mc 1,35; Lc 5,16; Mt 26,36).
• El acto supremo de amor y generosidad fue su muerte, según Él mismo lo dijo: no hay amor más grande que dar la vida por los que se ama (Jn 15,13).
• A Él nadie le quitó la vida; tenía poder para darla y para volverla a tomar porque era Dios. Dio su vida con plena libertad (Jn 10,17-18) .
• Nunca nadie ha tenido tan poco ni ha sido tan generoso, porque nadie jamás ha amado como Él. Por esto, Jesús es el ejemplo de la persona que sien-do extremadamente pobre pudo ser extraordinariamente generosa.
• En un acto supremo de amor, se nos da desinteresada-mente a Sí mismo en la Eucaristía para ser la Vida de nuestra vida y el Corazón de nuestro corazón…
¿Cómo vivirla tú?
• Sé desinteresado. Si das, no esperes nada a cambio. La mayor alegría está en dar, no en recibir.
• Al dar, piensa en el bien de los otros más que en el tuyo.
• La generosidad no es nada si no es expresión de amor.
• Mira por qué y para qué das, no tanto lo que das.
• Sé generoso con tus más próximos. Si te preocupas del sufrimiento de los lejanos, pero haces sufrir a los cercanos, no digas que eres generoso.
• Dios no ve tanto las cantidades, sino la autenticidad. Como en el caso de la viuda pobre, que dio menos que los ricos, que daban de lo que les sobraba, y que dio todo lo que tenía para vivir (Mc 12, 38-48).
• La generosidad con el tiempo es la virtud de la “disponibilidad”. Si es que pierdes el tiempo en la TV, en el teléfono, en dormir… no lo tendrás para darlo a los demás, ya que cuan-do te pidan un servicio te excusarás diciendo: “no tengo tiempo”. Lo tuviste, pero por vago y egoísta lo perdiste. Vive intensamente tu tiempo para que siempre lo tengas para los de-más.
• Tu generosidad te la pagará Dios, pero no siempre aquí en la tierra, sino cuando, viendo lo que hubo en el fondo de tu corazón, vayas al Cielo… Mientras tanto, no midas ni cuentes ni peses tu generosidad… ¡Dalo todo!.
FORTALEZA
¿Qué es?
• Hay una fortaleza del cuerpo y otra del alma.
• La del alma es propia de los que se resisten a hacer el mal y con empeño hacen el bien. El barro se diluye con la lluvia; la roca se mantiene firme en la tempestad. El que ama, obedece y es fiel, tiene bases para vivir con fortaleza; el egoísta, cómodo y cobarde es débil porque sólo piensa en sí mismo y en sus gustos; hace sólo lo agradable (por ejemplo, ver TV) y huye de lo desagradable (estudiar); o hace las cosas mientras le son fáciles, y las deja apenas se presenta la primera dificultad.
• El fuerte, tiene personalidad, aunque sea un niño; el débil permanece inmaduro has-ta viejo.
• El fuerte tiene principios bien definidos; decisiones firmes y actúa a diario con valentía. Posee ideas claras, sentimientos y amores puros y ar-dientes, y sabe vivirlos por mucho que le cueste.
• El fuerte es capaz, no sólo de resistir el ataque negativo del ambiente, sino de influir positívamente para que los demás obren según Dios.
• El fuerte está siempre dispuesto a sacrificarse en todo lo que sea necesario con tal de lograr las metas que se ha propuesto.
¿Cómo la vivió Jesús?
• El momento supremo de fortaleza de Jesús fue el de su Pa-ión y Muerte: “En vez del gozo que se le ofrecía soportó la cruz y la oposición de los pecadores”.
• Aguantó los insultos, sin responder palabra; recibió bofetadas, sin odiar; fue traicionado por todos, sin guardar rencor; sus discípulos le abandonaron, y no se resintió con ellos; fue condenado injustamente, sin protestar; le abrieron la carne a latigazos, sin que nadie le oyera un solo quejido; se moría de sed y nadie le dio una gota de agua; le ofrecieron una bebida para cal-mar sus dolores, mas no la aceptó. Cristo, cuyo cuerpo tiembla bajo los latigazos y se retuerce de dolor en la cruz, muestra la fortaleza a la que puede llegar un hombre cuando tiene el coraje de tomarse en serio a Dios, el amor, la fidelidad y la obediencia.
• Por la fidelidad a sus convicciones y la tenacidad que puso para llegar hasta el fin de su tarea, pudo decir en la cruz: “Todo está consumado”.
• Alcanzó con fortaleza la meta que el Padre le había encomendado porque amó hasta el sacrificio de sí mismo. (Hb 12,1-5; Mt 11,12; Jn 19,1- 3; 30).
• Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado (Jn 13:34) Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédlo también vosotros a ellos (Mt 7:12) En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos.(1 Jn 3:16)
¿Cómo vivirla tú?
• No en momentos extraordinarios, que pueden no llegar nunca; sino diariamente: en la lucha contra ti, lo mundano, y el demonio.
• En la mente, teniendo convicciones firmes para ir contra-corriente. El débil cede y se adapta a la opinión de los demás, traicionando sus principios.
• En el corazón, poseyendo fuerza de voluntad para decidir y hacer lo que debes; no dejándote llevar de la hipersensibilidad, el resentimiento, los lloriqueos, los caprichos y los mimos.
• En la acción, has de ser tenaz hasta conseguir lo que te has propuesto, sin hacer caso al cansancio, al miedo, o a la dificultad. El débil es inconstante, incumplido y siempre busca excusas.
• La fortaleza se basa en el Amor a Dios, al prójimo, a la verdad y a la fidelidad.
• Se cultiva con la paciencia ante el sufrimiento; con la constancia en lo desagradable; con el sometimiento a la disciplina; con el buen humor ante las privaciones; con el orden en el uso del tiempo y de las cosas.
• Si no te quejas, si dices siempre la verdad serás un hombre o una mujer de verdad; serás como Jesús
HUMILDAD
¿Qué es?
• Una persona es humilde si no es vanidosa por sus cualidades ni orgullosa por sus a-ciertos; sabe que todo se lo debe a Dios. También es humilde una persona si acepta sus propios errores, limitaciones y pecados; sin amargura, excusas o falsos justificantes.
• La humildad no consiste en negar lo bueno que uno tiene: Si una dama lleva a un mendigo a su casa para que se duche y se ponga ropa limpia, y ese mendigo, al volver a sus compañeros, es alabado por estos, no va a ser tan tonto que niegue que está bien arreglado. Contará que todo se lo debe a una señora muy generosa… Nosotros somos mendigos que todo se lo debemos a Dios. Sta. Teresa decía que andar en humildad es andar en verdad y andar en orgullo es andar en mentira. El humilde piensa: “es verdad que tengo cualidades, que me las dio el Señor; pero también es ver-dad que tengo defectos». El ateo niega a Dios en el mundo exterior; el orgulloso, niega a Dios en su persona. El humilde se mira como es, se abre a la grandeza de Dios y le da gracias; jamás es ingrato.
• La cumbre de toda virtud es la caridad, y su base la humildad. Si haces algo bueno sin amor y con orgullo (ayudar, dar limosnas, orar, estudiar) eso que has hecho deja de ser bueno para trasformase en algo malo.
¿Cómo la vivió Jesús?
• Jesús fue la personificación de la humildad. Como sucede con toda persona que realmente vale, no dependió de la opinión de la gente: le importaba «ser», no «parecer».
• Afirmaba con gozo que todo lo que tenía lo había recibido de Su Padre: lo que Él era y lo que hacía; su divinidad y su huma-nidad; su predicación y sus milagros. Se sometió a Dios Padre en todo y siempre hizo Su voluntad (Jn 17,7).
• Decía: “Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso para vuestras almas”(Mt 11,29).
• Siendo Dios, nació pobre, vivió con sencillez y sin ostentaciones; se sometió a José y María durante los 30 años de su vida oculta, y a toda autoridad, incluso las injustas que le condenaron a muerte (Lc 2,51).
• Pasó por un pecador más en su bautizo (Mt 3, 13-15; Fil 2, 7-8).
• Se rebajó a la condición de un esclavo cuando lavó los pies de los Apóstoles, y les dijo que no quería que fuesen sus siervos, sino sus amigos (Jn 13, 1; 15,15).
• A los enfermos, pecadores y niños les trató con total respeto. Murió crucificado como un delincuente más (Mc 15, 22-28).
• No cometió pecado alguno, ni tuvo el más pequeño defecto, tuvo toda cualidad en sumo grado, todo lo hizo bien; sin embargo, jamás hizo ostentación de ello.
• Siendo Dios, no sólo se hizo hombre, sino, incluso, una “cosa”: un simple Pan y un humilde Vino para entrar en nuestro corazón.
¿Cómo vivirla tú?
• Sométete a tus superiores (papás); no te impongas a tus iguales (hermanos) y respeta a tus inferiores (empleados, menores que tú).
• Si aciertas, dale gracias a Dios; si te equivocas, admite y rectifica con buen humor.
• No veas con lente de aumento tus cualidades y con el de disminución tus errores y peca-dos. Ni mires con el de aumento los errores de los demás y con el de disminución sus aciertos.
• No seas auto suficiente: pide ayuda.
• No seas ostentoso con lo material, ni te creas el mejor en lo espiritual.
• No pretendas valer por lo que tienes. No te avergüences por lo que no tienes. Si lo haces, es que eres tonto. El sabio es humilde.
• No busques la alabanza, el agradecimiento, el aplauso, la admiración y el “impacto”.
• No permitas que te mimen o se comenten tus “proezas ”; eso alimenta tu orgullo y daña tu humildad.
• Si te ves pecador, que sepas que Dios te ama. No te desanimes y confía en Su gracia.
• Y acude a la Virgen, que por ser humilde hizo el Señor con Ella maravillas. Con un humilde, Dios puede hacer maravillas porque no hay peligro de que se llene de soberbia.
SERVICIALIAD
¿Qué es?
• A la persona que de buena gana nos hace favores, o a la que acostumbramos acudir para que nos ayude, porque sabemos que contamos con ella, la llamamos «servicial».
• La servicialidad no es otra cosa que una manifestación del amor: «La caridad es servicial». El que ama está atento a las necesidades de los demás. Por esto, a la persona servicial le decimos: «Es usted muy amable, muy atento » (1Co 13).
• El desinterés es esencial a la servicialidad: si nuestros servicios no están movidos exclusivamente por amor, son corrom-pidos por el egoísmo, la vanidad, adulación y rivalidad con otros.
• Por esto, los mejores servi-cios son los que hacemos sólo por amor a Dios, sin esperar que nadie nos agradezca, ni siquiera aquel a quien hemos servido.
• Sin embargo, la virtud de la servicialidad es mucho más que hacer favores al prójimo…
• Con el sacerdote Elí vivía Samuel, un niño muy servicial. Una noche Samuel oyó una voz: «Samuel». El niño fue al dormitorio de Elí y preguntó: «¿Qué deseas? El sacerdote le dijo: «No te he llamado, acuéstate». Y así por tres veces. La tercera vez Elí entendió que era Dios quien llamaba a Samuel, y le dijo: «Si te llaman otra vez, pregúntale qué quiere de ti». Samuel volvió a su cama y cuando la voz le despertó, respondió: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad». Dios le dijo: «Quiero que te pon-gas a mi servicio: Serás un gran profeta en Israel». Samuel, creció, se preparó y, efectivamente, dedicó su vida a la misión para la que Dios le había traído al mundo (1 Sam 3).
¿Cómo la vivió Jesús?
• La vida entera de Jesús fue un servicio; por esto, uno de sus títulos es «El Siervo de Yavé» Cuando Su Padre nos lo presentó a los hombres dijo: «Mirad a mi Siervo, mi elegido»(Is 42; Mt 12,18).
• Hizo muchos servicios y favores. Siempre estaba rodeado de inmensas muchedumbres que le buscaban por los servicios que hacía: enfermos, ancianos, viudas, ricos, pobres, niños, jóvenes… A veces estaba muy cansa-do, hambriento, sediento o sufrido y necesitado de soledad y, a pesar de todo, servía (Mt 4,23-35; Jn 4,4-45; Mc 6, 17-44).
• Pero esto no fue lo más importante. El enseñó al mundo que ser servicial no es sólo hacer favores, sino hacer de la propia vida un servicio: «Yo no he venido a ser servido, sino a servir y a dar mi vida por todos» (Mt 20, 28).
• Al entrar al mundo dijo: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad». A los doce años ya sabía que había venido a servir: «¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?», les dijo a sus padres en el Templo. En la Última Cena, arrodillado, lavó los pies a los Apóstoles y les dijo: «Soy vuestro Señor y os he lavado los pies; os he dado ejemplo para que hagáis lo mismo entre vosotros» (Hb 10,5-8; Lc 2,49; Jn 13).
• Enseñó que la verdadera grandeza se alcanza con una vida de servicio: «El que quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor»(Mc 10,43).
• Un cristiano que quiera ser verdadero discípulo de Cristo debe hacer de su vida un servicio: «El que me sirve que me siga; donde estoy, estará también mi servidor. Al que me sirva mi Padre le honrará» (Jn 12, 26).
¿Cómo vivirla tú?
• Vive atento a las necesidades de los otros. No esperes que te pidan favores: hazlos. Haz el bien y no mires a quien: amigos o no (Lc 6,27-38). Antes de prestar un servicio, limpia tu intención de todo egoísmo: hazlo por Dios (Mt 6, 1-2).
• No hagas notar que sirves; hazlo con la sencillez y la humildad del que debe servir (Lc 17,9-10). Trata a los otros como quieres que ellos te traten: Sirve; no te sirvas como el egoísta (Mt 7,12). Si sirves a los demás, no busques recompensa alguna; te la dará Dios en el Cielo (Mt 25,40).
• Nuestro mundo, tan lleno de egoístas que se sirven de los demás, necesita que entiendas que tu vida entera debe ser un servicio: has recibido tu vida de Dios para que la pongas a Su servicio: como sacerdote, como casado, como médico, como juez, como empresario, catedrático…
• Pero no es preciso que esperes al mañana para servir: tu preparación actual es ya un servicio: estudia responsablemente.
• Cuando elijas una profesión, no busques la que puede hacerte más rico y poderoso para dominar y tener toda comodidad, sino aquella en la que seas más eficaz para Dios y tu país.
• No te preguntes qué pueden hacer los otros por ti, sino qué puedes hacer tú por los demás: Dios, tu familia, tus amigos, tu patria… Aprende de la Virgen. Apenas supo que Isabel necesitaba de alguien, fue de prisa a servirla sin que se lo pidiera. En las bodas de Caná estuvo atenta a las necesidades de la fiesta. El único título que ella se dio a sí misma fue el de «Sierva del Se-ñor». Nació para servir a Dios y lo sirvió (Lc 1, 39-56; Jn)
TEMPLANZA
¿Qué es?
• La templanza es la virtud del control ante el afán desmedido de placeres. Vivimos esta impor-tantísima virtud si comemos sólo lo necesario para la salud, si dormimos sólo lo suficiente para descansar, si bebemos lo im-prescindible para calmar la sed, si vemos televisión lo justo para distraernos. Lo malo no está en el placer, sino en dejarnos do-minar por él.
• La templanza es la virtud de toda persona que quiere alcanzar un ideal, porque ningún ideal se logra sin sacrificio, o sea sin renunciar al placer: si un atleta se dedica a comer, a beber y a dormir lo que le da la gana no podrá ni soñar con el triunfo.
• Así como el atleta debe «estar en forma» para tratar de alcanzar el triunfo, el cristiano debe vivir en el dominio de sí mismo si quiere alcanzar el ideal cristiano: vivir como Jesús para lograr la salvación eterna.
• Sin la templanza no se puede seguir a Jesús, porque él dijo: «Si alguno quiere venir detrás de mí, niéguese a sí mismo tome cada día su cruz y sígame» (Mt 16,24).
• Todas las acciones del diario vivir exigen sacrificio . No podemos intentar suprimirlo porque es parte de la vida: levantarse, nuestro arreglo personal, estudiar, tener una dentadura sana, convivir pacíficamente, aprender computación…
• El sacrificio no nos lo impone la religión, sino la misma vida. Lo que la religión hace es darnos la razón para el sacrificio: el amor a Dios y al prójimo.
¿Cómo la vivió Jesús?
• Jesús logró su ideal porque vivió la templanza. Si Jesús hubiese buscado el placer por encima de todo, no habría muerto en la Cruz, no sería el Salvador del mundo y los hombres aún seríamos esclavos de Satanás.
• Jesús aceptó el sacrificio como algo normal en su vida, como parte de su vida; decía: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho». No tenía ganas de sufrir, pero aceptó el sufrimiento porque era necesario para amar a Dios y a los hombres, salvándonos del pecado. Jesús, en lugar del placer que se le proponía, soportó la Cruz (Is 53, 3; Lc 18, 31; Mt 26,42; Hb 12,2).
• La vida de Jesús no fue la de un aniñado: nació sin lo necesario; apenas nacido, pasó por el incómodo viaje hasta Egipto; trabajó tenazmente en el taller de José; no tenía ni siquiera donde dormir; ayunó cuarenta días en el desierto; comió y bebió, pero no fue un comilón y un borracho; trabajó a pesar de tener hambre, sed, cansancio y sueño.
• Jesús dijo que el camino que lleva al infierno es ancho que muchos caminan por él y que el que conduce al cielo, el de la templanza, es angosto y que muy pocos lo buscan. (Mt 7,13-14).
• Su Pasión y Muerte son la muestra más clara de su capacidad de sacrificio: nadie ha resistido tanto dolor con tanto amor… (Mt 8, 20; 11, 19; 4,2; Jn 4, 6-8; Mt 8,24).
¿Cómo vivirla tú?
• No confundas la alegría con el placer; muchas veces para vivir la alegría hay que renunciar al placer. Si renuncias al placer, hazlo por amor a Jesús.
• No te dejes dominar por la gula. No comas antes de sentir necesidad, fuera de las horas señaladas para la comida y sin razón alguna.
• En la mesa sé educado y generoso: piensa en los demás. Las normas de buena educación en la mesa son una expresión de amor a Dios y respeto hacia los demás. No cojas lo mejor para ti y comparte aunque haya poco. Come y bebe igualmente lo que te gusta como lo que no te gusta.
• Si algo no está bien preparado, disimula por caridad con quien ha trabajado para ti. No comas con ansiedad como algunos animales: comer con glotonería es una grosería. Ofrece tus privaciones por la salvación de un pecador que está a punto de morir. No desprecies la comida de Dios: hay quien no tiene qué comer.
• Tu dinero no es tuyo; otros lo han ganado trabajando sacrificadamente: No gastes por gastar.
• Duerme, pero no seas dormilón. Levántate a la primera: es triste comenzar el día negando a Dios el primer sacrificio que te pide: levantarse.
• No te hagas esclavo del televisor. No estudies con el televisor encendido. Selecciona los canales: no veas programas que ofendan a Dios y entristezcan tu alma.
VERACIDAD
¿Qué es?
• Es el amor a la verdad. Es la virtud que nos inclina a decir siempre la verdad y a manifestarnos externamente como somos interiormente.
• Dios nos otorgó el don de la palabra para manifestar a los demás nuestro pensamiento. Si la usamos para expresar lo contrario de lo que pensamos estamos engañando y usando en contra de Dios un regalo Suyo.
• No sería posible la tranqui-a convivencia entre los hombres si no se fiaran entre sí, convencidos de que se dicen mutuamente la verdad. De aquí que es obligatorio ser veraz.
• La veracidad no sólo tiene una enorme importancia para la convivencia, sino que ocupa un lugar muy importante en nuestra personalidad: Si una persona es veraz por lo mismo es noble, auténtica y digna de todo respeto y confianza.
• S. Pablo dice que, despojándonos de toda mentira, hablemos cada uno la verdad con el prójimo porque somos miembros unos de otros. Así nos da a entender que mentirse unos a otros es tan malo como si las distintas partes del cuerpo se agredieran entre sí (Ef 4,25).
• Tan fea es la mentira que Jesús dijo del demonio que «es mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44).
• Nuestra veracidad la manifestamos en la fidelidad, que es saber cumplir exactamente lo prometido; y en la simplicidad, que es saber manifestar exteriormente nuestras verdaderas intenciones.
¿Cómo la vivió Jesús?
• Jesús dijo: «Yo soy la Ver-dad». Los hombres podemos, a lo más, ´decir´ la verdad; pero no podemos afirmar que ´somos´ la Verdad. Sólo Dios «es» la Verdad, y de la Verdad no puede salir sino la verdad, como de la luz, sólo luz. Porque Jesús es Dios es absolutamente veraz y digno de toda confianza, porque es imposible que de la Verdad salga la mentira o el error (Jn 14,6)
• Toda su vida Jesús la consagró a la difusión de la verdad: Nació, vivió, predicó y murió para la verdad y por la verdad.
• Él combatió la mentira en todas sus formas, sobre todo la hipocresía de los fariseos, que eran malos por dentro y aparentaban ser buenos por fuera: «¡Ay de vosotros hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de robos y libertinaje! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura! ¡Ay de vosotros, hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de podredumbre y de toda inmundicia!»
• Él nos dijo que la verdad nos haría libres: libres del miedo en el que vive el mentiroso, porque teme que se descubra la verdad; libres de la tristeza del mentiroso, porque ha descubierto que ya nadie se fía de él y se siente solo; libres del remordimiento de conciencia del que es hábil para engañar a los hombres pero sabe que no puede engañar a Dios, porque Dios ve el fondo del corazón… (Jn 8,32).
¿Cómo vivirla tú?
• Ama la verdad y detesta la mentira en cualquiera de sus formas: la simulación, la hipocresía, la jactancia…
• Huye de la simulación, que es mentir con hechos; como el que al venir su madre aparenta estudiar cuando realmente está leyendo una revista, o el que con la mirada está atento en clase, pero con las manos está molestando al compañero.
• Huye de la hipocresía, que es aparentar exteriormente lo que no se es en realidad; como el que se hace el «santo» ante mamá, pero es el culpable de la pelea, o aparenta justicia pero no la guarda. Jesús combatió con firmeza la hipocresía (Mt 23,13-33).
• No seas jactancioso atribuyéndote soberbiamente grande-zas, riquezas, poderes, o importancia que no posees, ni tú ni tu familia, para elevarte por encima de los demás.
• No mientas por nada ni por nadie; ni para lograr un bien ni para evitar un mal: ni para escapar de castigos o lograr premios; ni para conseguir un beneficio o evitar perjuicios o molestias; ni para quedar bien o no quedar mal: No se puede hacer un mal para conseguir un bien.
• Donde reina la verdad, es posible la amistad; donde reina la mentira, existe solamente la apariencia de amistad.
• Pídele al Espíritu Santo que te ayude a vivir en la verdad; Él es el Espíritu de la Verdad y sólo Él te llevará a la verdad completa (Jn 15,26; 16,13